Desgraciada de la historia
Como no pensé jamás que la amaba demencialmente así como la amo,
se me escapó el día y la hora en que dios nos había inscrito para escribirnos una historia.
Claro, sólo a mí me importa toda esta mofa del corazón,
pues ella siempre sonríe, siempre.
Y se ríe de mí, pienso yo, pobre miserable,
porque se me corta el flujo de aire cuando se me atraviesa por las sendas, cuando
cruelmente se me muestra, coqueta.
Ella, esa desgraciada de la historia, se pavonea de lo lindo porque la verdad señores,
es que la amo, sí,
y ni siquiera es eso,
sólo la deseo para mi vida como quien desea la vida.
